Candace del reino de Kush

Amanirena: la reina que desafió al Imperio Romano

En el 24 a.C. las legiones se internaron en Nubia, al sur de Egipto, con la intención de conquistar el reino de Kush, pero fueron frenados por la indomable resistencia de los kushitas y su reina Amanirena.

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Las pirámides de Meroe (arriba) son el mayor monumento de Nubia, cuya reina Amanirena contuvo la expansión romana hacia el sur.

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El país de Nubia fue siempre un problema con el que tuvieron que lidiar los faraones. Unificados durante el reino de Kush en el 2500 a.C. los nubios fueron tanto aliados como enemigos de su poderoso vecino del norte, y en sus momentos más bajos lo conquistaron por un tiempo formando una dinastía de faraones negros.

Pese a ello los nubios no eran ningún pueblo bárbaro, sino que adoptaron la religión y costumbres egipcias construyendo incluso sus propias pirámides en Meroe. Además, al ser una región remota aguas arriba del Nilo, Nubia pudo conservar su independencia de los imperios que conquistaron Egipto, rechazando a persas y ptolomeos hasta llegar a los tiempos de Augusto.

Con la derrota de Cleopatra y Marco Antonio Egipto se rindió pacíficamente a los romanos, pero la reina Amairena de Kush, una mujer que Estrabón describe como “hombruna y a quien le faltaba un ojo” no veía las cosas así. Para ella Roma era una potencia en constante expansión, y si quería defender la existencia de su reino debía atacar antes de que fuera demasiado tarde.

Stele of Queen Amanishakheto, from Naqa, in modern day Sudan  1st century CE  State Museum of Egyptian Art, Munch

Stele of Queen Amanishakheto, from Naqa, in modern day Sudan 1st century CE State Museum of Egyptian Art, Munch

La reina nubia Amanishakheto se dirige al dios Amón en una estela de su templo en Naqa. Siglo I a.C.

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Por ello en el 25 a.C. y aprovechando que los romanos estaban ocupados en la conquista del actual Yemen, los nubios invadieron Egipto con 30.000 hombres, saqueando la ciudad de Elefantina y esclavizando a la población local.

La venganza de Roma

La respuesta del Imperio no se hizo esperar, y el gobernador de Egipto Cayo Petronio se puso a la cabeza de dos legiones y 800 jinetes para invadir la propia Nubia.  Aunque el enemigo lo triplicaba en número el general romano confiaba en sus hombres, muy superiores a unos nubios armados según Estrabón con “escudos oblongos de cuero” y una mezcolanza de “hachas, lanzas y espadas”, a las que debemos añadir los grandes arcos de dos metros por los que eran famosos.

Petronio intentó un acercamiento diplomático exigiendo la devolución de los cautivos y el botín capturado, pero al no recibir respuesta siguió adelante, decidido a derrotar a los nubios en batalla y obligarles a devolver lo robado.

Illustration by David Roberts, digitally enhanced by rawpixel com 45

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Premnis controló la ruta entre Nubia y Egipto durante siglos. En la imagen litografía de David Roberts mostrando el aspecto de la fortaleza en 1839.

En el primer choque entre ambos ejércitos, librado en Pselchis pasada la primera catarata, las legiones lograron una gran victoria capturando a los generales de la reina y dispersando a los nubios, que tampoco pudieron defender la fortaleza de Premnis, un formidable bastión construido en la cima de un acantilado.

Muerte en el Nilo

El próximo paso era la antigua capital Kushita de Napata, una rica ciudad a orillas del Nilo defendida por el hijo de la reina, que no podía resistir al hallarse prácticamente desguarnecida. Por ello Amanirena intentó aplacar al invasor aceptando las condiciones de Petronio, pero este arrasó la población y esclavizó a sus habitantes para dar escarmiento.

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El gran templo dedicado a Amón en Napata (arriba), construido en el siglo XIII a.C. fue el mayor centro de culto del reino de Kush.

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La toma de esta plaza era un gran triunfo para Roma, por lo que Petronio dio por concluida la campaña y se retiró a Egipto, no sin antes dejar en Premnis una guarnición de 400 hombres con comida para dos años. Ya en la provincia, el botín obtenido fue repartido entre los legionarios, al tiempo que mil esclavos nubios eran enviados al emperador como prueba de su victoria.

Pero Amanirena no estaba fuera de combate todavía, y reunió a miles de soldados decidida a retomar la fortaleza caída. Petronio por su parte había permanecido en la frontera, y advertido por los exploradores del avance nubio se les adelantó y llegó a antes que ellos.

Relief fragments from the funerary temple of pharaoh Hatshepsut, egyptian and nubian soldiers 05

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Soldados nubios en un relieve del templo funerario de la reina Hatsepshut en Medinet Habu, Tebas.

Wikimedia Commons

Todo apuntaba una nueva batalla entre ambos ejércitos, pero vistas las pasadas derrotas la reina optó por el pacto, exigiendo, esto sí, que sus enviados trataran directamente con Augusto. El emperador tenía otros problemas en las fronteras con partos y germanos, por lo que accedió a devolver Premnis y cancelar un tributo anual pagado por Kush a cambio de extender la frontera del Imperio hasta la segunda catarata, un pacto que perduraría durante siglos asegurando la paz entre ambas naciones.